Este apartado no pretende ser una enumeración exhaustiva, sino más bien una somera reflexión sobre un texto previo a la encíclica objeto de reflexión. A continuación, reflejamos el pensamiento de Benedicto XVI, cuando era Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Explica su pensamiento sobre la naturaleza, aunque más exactamente, su denuncia de lo que significa la explotación de la naturaleza en el contexto de los avances del saber científico y del poder de la tecnología. Nos estamos refiriendo al documento Libertatis conscientia, Instrucción sobre libertad cristiana y liberación, publicado en el año 1986:
“La técnica, sometiendo cada vez más la naturaleza, corre el riesgo de destruir los fundamentos de nuestro propio futuro, de manera que la humanidad actual se convierte en enemiga de las generaciones futuras. Al someter con un poder ciego las fuerzas de la naturaleza, ¿no se está a un paso de destruir la libertad de los hombres del mañana? ¿Qué fuerzas pueden proteger al hombre de la esclavitud de su propio dominio? (...)”.
a) La “naturaleza” de la naturaleza: lo material y lo espiritual
Como recoge el Catecismo de la Iglesia Católica: En el principio, Dios creó el cielo y la tierra (Gn 1,1). Con estas palabras comienza la Biblia. De igual forma, en el Credo confesamos nuestra fe en Dios Padre Todopoderoso afirmando que Él es el Creador del cielo y de la tierra, del universo visible e invisible.
Para el creyente la creación no es un producto del destino ciego o de la casualidad. Con independencia de la luz que la investigación científica pueda aportar al proceso de formación de la naturaleza, a la evolución del medio natural y a la aparición del hombre desde la época prehistórica; el hombre y la mujer que cree en Dios, iluminado por su sentido de trascendencia, sabe y defiende que existe un Creador, un designio de amor y de verdad, aunque su poder se haya podido limitar a aportar un átomo de materia que fuera evolucionando. Nada tendría que objetar la fe a la ciencia si, finalmente, esto se demostrara.
Llegados a este punto, merece la pena hacer un pequeño inciso y leer unos párrafos del artículo de Carlos Javier Alonso: ¿Evolucionismo versus creacionismo?
“La realidad es que la evolución como hecho científico y la creación divina se encuentran en dos planos diferentes: no existe la alternativa evolución-creación, como si se tratara de dos posturas entre las que hubiera que elegir. Se puede admitir la existencia de la evolución y, al mismo tiempo, de la creación divina. Si el hecho de la evolución es un problema que ha de abordarse mediante los conocimientos científico-experimentales, la necesidad de la creación divina responde a razonamientos metafísicos. En sentido estricto, creación significa “la producción de algo a partir de la nada”. En ningún proceso natural se puede dar una creación propiamente dicha: los seres naturales, desde las piedras hasta el hombre, sólo pueden actuar transformando algo que ya existe. La naturaleza no puede ser creativa en sentido absoluto.
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