Debemos buscar una explicación. La sociología nos brinda cierta luz. La preocupación por el medio ambiente ha sido capitaneada, sobre todo desde la década de los sesenta, por movimientos sociales de un determinado corte de pensamiento, convirtiéndose en una reivindicación “especializada” y, en cierta forma, “ideologizada” (en el fondo, estaba latente una crítica al sistema capitalista neoliberal).
En occidente, a medida que se va consolidando el Estado del Bienestar -con sus políticas de protección ante las necesidades sociales y, en especial, ante las situaciones de desempleo-; los movimientos sociales “pierden fuerza” y, paulatinamente, van abandonado un discurso reivindicativo de cambio global y pleno, para convertirse en corrientes ciudadanas, con mayor o menor fuerza, que luchan, denuncian y reivindican “aspectos concretos” a mejorar. Es la preocupación por el medio ambiente (y la denuncia de atentados contra la naturaleza) uno de los campos que más eco tiene en esta dinámica.
En el texto antes mencionado de la Jornada Mundial de la Paz de 1990 de Juan Pablo II (“Paz con Dios creador, paz con toda la creación”) se resume, a nuestro entender, de manera acertadísima y muy clarificadora, la postura del Magisterio de la Iglesia en lo relativo a la ecología y preocupación por el medio ambiente. En el siguiente párrafo podemos encontrar la diferencia cualitativa:
“(…)Una correcta concepción de la relación del hombre con el medio ambiente no lleva a absolutizar la naturaleza ni a considerarla más importante que la persona misma. El Magisterio de la Iglesia manifiesta reservas ante una concepción del mundo que nos rodea, inspirada en el ecocentrismo y el biocentrismo, porque dicha concepción elimina la diferencia ontológica y axiológica entre la persona humana y los otros seres vivientes. De este modo, se anula en la práctica la identidad y el papel superior del hombre, favoreciendo una visión igualitarista de la «dignidad» de todos los seres vivientes. Se abre así paso a un nuevo panteísmo con acentos neopaganos, que hace derivar la salvación del hombre exclusivamente de la naturaleza, entendida en sentido puramente naturalista. La Iglesia invita en cambio a plantear la cuestión de manera equilibrada, respetando la «gramática» que el Creador ha inscrito en su obra, confiando al hombre el papel de guardián y administrador responsable de la creación, papel del que, ciertamente, no debe abusar, pero del cual tampoco puede abdicar. En efecto, también la posición contraria de absolutizar la técnica y el poder humano termina por atentar gravemente, no sólo contra la naturaleza, sino también contra la misma dignidad humana”.
De igual forma, se expresa Benedicto XVI en la encíclica:
“Pero se ha de subrayar que es contrario al verdadero desarrollo considerar la naturaleza como más importante que la persona humana misma. Esta postura conduce a actitudes neopaganas o de nuevo al panteísmo: la salvación del hombre no puede venir únicamente de la naturaleza, entendida en sentido puramente naturalista. Por otra parte, también es necesario refutar la posición contraria, que mira a su completa tecnificación, porque el ambiente natural no es sólo materia disponible a nuestro gusto, sino obra admirable del Creador y que lleva en sí una «gramática» que indica finalidad y criterios para un uso inteligente, no instrumental y arbitrario”.
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