Ciencia y religión, dos visiones del mundo

No faltaron desde el principio las interpretaciones puramente materialistas, de lo que se ha llamado el “naturalismo evolutivo”, que sería utilizado en contra de la doctrina cristiana de la creación y la providencia. La selección natural presentaba una propuesta de naturalismo riguroso, en el que no se necesitaba la acción de ningún agente externo para explicar el desarrollo y la evolución de las especies.

Para el pensamiento ortodoxo cristiano esto representaba eliminar toda referencia a un Dios creador de la consideración de la naturaleza. Es natural que la evolución se percibiera como una amenaza para la religión; el tender puentes entre las dos doctrinas resultaba difícil al principio cuando, además, las mismas bases científicas del mecanismo de la evolución estaban todavía sujetas a debate.

A medida que la teoría científica se fue solidificando y los mecanismos de la selección natural se hicieron más claros, su aceptación en el pensamiento cristiano se fue haciendo cada vez más necesaria. A pesar de que durante un tiempo las posturas evolucionistas se veían en ambientes eclesiásticos con sospecha, su aceptación terminó por imponerse. La evolución del universo y la vida sobre la tierra muestran como Dios ha creado el mundo.

Ética, ciencia y religión

La ciencia puede considerarse como una actividad humana y como una forma de conocimiento. En el primer caso, como toda actividad humana, uno puede preguntarse si su práctica se debe ajustar a las normativas de la ética y en el segundo, si sus conocimientos aportan algo a dichas normativas. Lo primero se aplica también, con más motivo, a la técnica como aplicación práctica de la ciencia a las diversas necesidades humanas.

Por otro lado, toda religión conlleva normativas de los comportamientos y tiene, por lo tanto, una dimensión ética. De esta forma, el problema ético es inevitable al tratar de las relaciones entre ciencia y religión. Ambas inciden en el campo de la ética y esto puede llevar a roces y conflictos entre ellas.

Podemos empezar por plantearnos el comportamiento ético dentro de la práctica misma de la ciencia, y si puede ella misma suministrarse los principios de su comportamiento ético, o si es necesario que acepte valoraciones que se basan en otros ámbitos del conocer humano. A estas consideraciones podemos llamarlas la ética interna de la ciencia.

Es cada vez más patente, que en la misma práctica científica, las normas éticas del comportamiento deben de ser respetadas. Los físicos, entre los científicos, han negado a menudo que la conducta no ética sea en este campo de la ciencia un verdadero problema. Sin embargo, muchas voces se han levantado para reconocer que esta postura debe ser abandonada.

El comportamiento ético no pertenece sólo a las ciencias aplicadas o a la tecnología, sino a toda la actividad científica, aun aquélla, como la física, que se considera más alejada de los planteamientos éticos. En efecto, hoy se reconoce que existen muchos problemas en la práctica de la ciencia que deben reconocerse como comportamientos no éticos.

 
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