Ciencia y religión, dos visiones del mundo

Draper, sobre todo, dedica sus ataques más furiosos contra la Iglesia católica de la que dice que el cristianismo católico y la ciencia son absolutamente incompatibles. Estos dos libros han pasado a representar la postura que mantiene la incompatibilidad y el conflicto inevitable entre ciencia y religión.

Después de la Segunda Guerra Mundial se da un cambio en estas posturas. Por un lado, se empieza a abandonar la euforia cientificista que había favorecido la idea de la incompatibilidad y el conflicto inevitable entre la ciencia y la religión. De la admiración sin límite de la ciencia se fue pasando a una mirada más crítica y aun a un cierto recelo, causado por el miedo a algunas de sus consecuencias.

Numerosos estudios de tipo histórico en los últimos años, que tocan temas tan delicados como las épocas de Galileo y Darwin, han demostrado bastante claramente que ni el necesario conflicto, ni la continua armonía reflejan las complejas relaciones entre ciencia y religión. Se trata de dos visiones autónomas del mundo entre las que debe establecerse un fructuoso diálogo y que pueden considerarse como complementarias. Algunos autores han buscado una cierta integración entre ambas, pero esto resulta más problemático.

Al enfrentarse con el universo, y tratar de dar una respuesta a las preguntas que se le plantean sobre su naturaleza y origen, el hombre adopta diversos puntos de vista, que hoy podemos separar como científico, filosófico y teológico. Hoy estos puntos de vista están más o menos separados, pero durante mucho tiempo estuvieron mezclados. Todavía, a pesar de no ser reconocido muchas veces, estos puntos de vista se confunden en cuestiones que cruzan inadvertidamente las fronteras que hemos establecido entre ellos. Respecto a estos temas se siguen planteando cuestiones que cruzan la frontera a la filosofía y a la teología, siendo los campos más relevantes de la relación entre ciencia y religión.

Un problema importante es considerar las concepciones que el hombre ha tenido de la naturaleza y el origen del universo a lo largo de la historia y la imagen que nos da de ellas hoy la ciencia actual, así como ver cómo se relacionan con las afirmaciones de las sobre el mismo tema. El problema tiene que ver con las relaciones que se establecen entre el mundo y la divinidad en cada pensamiento religioso.

Las tradiciones orientales participan de un cierto panteísmo e inmanentismo, en el que la separación entre el mundo y la divinidad queda difuminada en una concepción en la que la última realidad es unitaria. En ellas se encuentra la idea de un universo eterno, cíclico que últimamente tiene su fundamento en un último principio omnipresente e incognoscible, más allá del ser y no ser, bien sea Brahma o Tao, con el que finalmente se identifica. No hay un verdadero concepto de creación, sino que el universo mismo es como una extensión de lo que podemos considerar como el ámbito de lo divino.

Las ideas de la unidad y el cambio ocupan un papel importante, ya que el universo es a la vez eternamente cambiante y el mismo: nace, se desarrolla, muere y vuelve a nacer, y no es realmente distinto del principio divino con el que se identifica y cuyos avatares se manifiestan en la naturaleza.

 
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