La Barandilla

La empresa iba fenomenal, yo era todavía más feliz. Ya no tenía granos, ya no tenía que ir mi madre a ver a los profesores, ya no hacía sólo cosas teóricas. Es cierto, tomaba todavía más café, pero disfrutaba cada momento de mi trabajo, amaba el sitio en el que estaba. A todo el mundo se lo decía, todos los clientes lo vivían.

Hasta que llegó el día en que dejamos de ser “core”. Decía Woody Allen que la palabra más bonita del mundo no es “amor”, es “benigno”. En el mundo empresarial, la más fea es “core”. Sólo se aplica cuando hay algo malo que decir.

El caso es que todos los empleados tuvimos que escuchar la palabra “core”. La empresa se portó bien, nos indemnizó muy generosamente, pero nos dejó en la calle. De un día para otro nos vimos con una cantidad respetable de dinero en nuestras cuentas y ni la más remota idea de qué hacer.

Volví a recordar el proceso de salida de la universidad. No tenía una sola barandilla a la que aferrarme. Seguía sin saber buscar trabajo. Otra vez mi supervivencia, mi vida futura iba a depender del azar.

Ya han pasado varios años de aquello. Yo tuve suerte, no todos la tuvieron. Algunos se han visto muy seriamente afectados, no sólo no tienen trabajo, tampoco saben qué se les da bien, a qué dedicarse. La empresa que nos despidió se ha visto afectada mucho más.

Cuando salimos de ahí, no sólo éramos los trabajadores más comprometidos del mundo con su empresa, también éramos muy buenos clientes. A base de empeño nuestro también llegaron a serlo nuestros familiares, muchos de nuestros amigos. Hoy ninguno lo es.

En el proceso de salida, vimos que no les habíamos importado, que sólo habían cambiado nuestro dinero por silencio. Y el resultado fue claro; todo nuestro entorno supo lo que había pasado. Y con ello, primero dejamos nosotros de ser clientes, luego dejaron de serlo nuestros conocidos. También afectó a nuestros ex compañeros, vieron la verdadera empresa en la que estaban. Y bajó el clima, y con él, la productividad.

Viéndolo hoy, hubiéramos cambiado parte de ese dinero por una barandilla, por un aprendizaje práctico para toda la vida, por saber buscar trabajo. Por saber qué elegir, qué hacer, qué responder, qué comunicar, qué aceptar. Por recolocarnos antes y mejor. De ese modo, hubiéramos ganado nosotros mucho más dinero. De ese modo, la empresa hubiera perdido mucho menos dinero.

Sólo hacía falta una barandilla. Hoy ya sé cuál podía haber sido esa barandilla.

Como antes dije, yo tuve suerte. Y acabé dedicándome a un negocio nuevo para mí: el Outplacement. Como buen ingeniero, cuando supe de su existencia, tuve mis reparos. ¿Un sitio donde te recolocan? ¿Y por qué no lo hace el INEM? ¿Un sitio donde te enseñan a buscar trabajo? Pero si eso se aprende en la universidad de la vida.

Hasta que comencé a ver a personas que vivían el Outplacement, hasta que comencé a ver resultados. De repente, me encontré con que los que vivían procesos de Outplacement, se recolocaban rápido y en buenos puestos. Los que no lo hacían, no paraban de hablar de la crisis.

Pensé que podía ser casual. Pero las casualidades funcionan para números pequeños, no para grandes. Mi gran cambio fue cuando empecé a ver cómo eran gestionadas estas personas, estos “candidatos”.

La rigurosidad de la metodología, el seguimiento cercano y un coaching permanente obligaban a la persona a tomarse la búsqueda del trabajo como un trabajo más. Lo primero que aprendían era lo que no hacer. Con ello evitaban muchos errores que todos hemos cometido en la transición de carrera. Luego, gracias a seminarios, a sesiones individuales y a muchas herramientas tecnológicas, les llevaban a “saber qué hacer”, a saber para lo que sirven y lo que les hace felices. Les llevaban a “saber venderse”, a saber exponer sus logros, sus capacidades y resultados. Les llevaban a “saber qué contar”, a permitir que su red de amigos supiera cómo poder ayudarle. Les llevaban a identificar permanentemente oportunidades, a convertir la crisis en una excusa para otros y un campo abierto para ellos. Les llevaban a estar agradecidos al Outplacement para toda la vida.

 
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