Hasta que comencé a ver a personas que vivían el Outplacement, hasta que comencé a ver resultados. De repente, me encontré con que los que vivían procesos de Outplacement, se recolocaban rápido y en buenos puestos. Los que no lo hacían, no paraban de hablar de la crisis.
Pensé que podía ser casual. Pero las casualidades funcionan para números pequeños, no para grandes. Mi gran cambio fue cuando empecé a ver cómo eran gestionadas estas personas, estos “candidatos”.
La rigurosidad de la metodología, el seguimiento cercano y un coaching permanente obligaban a la persona a tomarse la búsqueda del trabajo como un trabajo más. Lo primero que aprendían era lo que no hacer. Con ello evitaban muchos errores que todos hemos cometido en la transición de carrera. Luego, gracias a seminarios, a sesiones individuales y a muchas herramientas tecnológicas, les llevaban a “saber qué hacer”, a saber para lo que sirven y lo que les hace felices. Les llevaban a “saber venderse”, a saber exponer sus logros, sus capacidades y resultados. Les llevaban a “saber qué contar”, a permitir que su red de amigos supiera cómo poder ayudarle. Les llevaban a identificar permanentemente oportunidades, a convertir la crisis en una excusa para otros y un campo abierto para ellos. Les llevaban a estar agradecidos al Outplacement para toda la vida.
Después de eso, vi cómo se quedaban las empresas que habían proporcionado “barandillas”. Gracias a ponerse en contacto con una consultora especialista en Outplacement, supieron gestionar la comunicación colectiva e individual de los despidos. Tanto a los que se quedaban como a los que se iban. Pero además, como los profesionales salientes hablaban maravillas de su proceso de salida, esto no afectó a los clientes. Tampoco afectó al personal que permanecía. Al revés, al ver que su empresa se preocupaba por la gente y por su carrera en el largo plazo, el clima mejoraba, la productividad subía, la rentabilidad se multiplicaba.
Entonces, vi lo que no habían hecho conmigo, entonces vi que la empresa también puede proporcionar barandillas.
Un despido es duro, un cambio de empresa es duro, un cambio de escalón es duro, pero no es lo mismo si hay que dar saltos a si hay que dar pasos. No es lo mismo no tener red que poder sostenerse en una barandilla.