Las mejoras de tecnología son cambios que incorporan la nueva generación de un producto o su actualización y que mejoran la efectividad del sistema. Continuando con el ejemplo del tren, la sustitución de una serie de displays analógicos de la cabina del conductor por displays digitales integrados constituye una mejora de tecnología.
Finalmente, por inserciones de tecnología se entienden los cambios que incorporan un nuevo producto y con ello una nueva capacidad. Siguiendo con el ejemplo del tren, la incorporación de un sistema GPS de identificación de posición le aportará una funcionalidad nueva, la de conocer su posición en todo momento, lo que unido a una red cartografiada permitirá que el tren circule en todo momento a una velocidad óptima, anticipando los cambios de velocidad a la geometría de las vías y logrando así la mayor velocidad media posible sin reducir el nivel de confort de los pasajeros.
Las actualizaciones, mejoras o inserciones de tecnología requieren una gran visibilidad de la evolución de las prestaciones del sistema, de sus requisitos, y de las tecnologías tanto de los elementos que integran el sistema como de las que pudieran ser eventualmente incorporadas.
Es esencial por tanto establecer una metodología que permita identificar toda la información necesaria para que pueda ser obtenida y procesada de manera que se alcancen de manera objetivada las decisiones de llevar a cabo actualizaciones, mejoras e inserciones de tecnología a lo largo de la vida operativa de los sistemas buscando reducir en lo posible la brecha de capacidades con la mayor relación efectividad/coste. El efecto mitigador de los programas de refresco de tecnología se muestra en la Figura 5.
La creciente complejidad de los sistemas, unida a la rapidez de la evolución tecnológica y a la escasez de recursos obliga a los usuarios de sistemas a adoptar las mejores estrategias para asegurar que sus sistemas mantendrán en términos relativos sus prestaciones o capacidades a lo largo de sus vidas operativas. Los programas de refresco de tecnología constituyen una poderosa herramienta para alcanzar dicho objetivo.
Por todo lo anterior, el reto para el ingeniero del siglo XXI no es sólo diseñar pensando en las prestaciones iniciales del sistema, sino diseñar de manera que el sistema admita durante su vida en servicio la ejecución eficaz y eficiente de programas de refresco de tecnología. Para ello es necesario incluir en el diseño elementos e interfaces estándares, arquitecturas abiertas, y cualquier otro mecanismo que facilite en el futuro las necesarias actualizaciones, mejoras e inserciones de tecnología. Si ya es difícil satisfacer en muchas ocasiones con un diseño adecuado los requisitos formulados para un nuevo sistema, tratar de anticiparse a la manera en la que puedan evolucionar tanto la tecnología como la necesidad del usuario o la oportunidad de negocio identificada constituye un reto formidable para el ingeniero. Saber entender esta necesidad y darle adecuada respuesta marcará la diferencia tanto en los sistemas de éxito del futuro como en los profesionales que los diseñen.