Uno de los aspectos más delicados de las comunidades digitales es que no siempre sirven para reforzar la cohesión social. Hay voces que se alzan denunciando la posible “balcanización” del interés público al producirse una fragmentación del espacio social hacia “ghettos” aislados donde sus miembros tienden a enrocarse en actitudes más extremas.
Por otra parte, aunque los “ciudadanos 2.0” cada vez se preocupan más por gestionar adecuadamente su perfil digital, aparecen problemáticas desconocidas hasta la fecha. Recientes investigaciones advierten de la fragmentación de identidades y sus posibles consecuencias. Dicha fragmentación consiste en que un mismo ciudadano o usuario de servicios de web 2.0 adquiere identidades diversas, pudiendo ser algunas incoherentes entre sí.
Otro aspecto destacado, relacionado con el anterior, es la gestión de la privacidad. Numerosos estudios sugieren que la tendencia lleva al abandono de nicks y a optar por una identificación digital coherente con la real, detectándose el logro de un equilibrio cada vez más responsable entre la información que se desea proteger y la que se desea exponer.
La “ciudadanía 2.0” es una cuestión de valores, no de tecnologías ni aplicaciones. No obstante, es conveniente aclarar que no todos los ciudadanos van a ser “dospuntoceristas”: aunque los poderes públicos deben impulsar políticas que promuevan la alfabetización digital total y la equidad e igualdad en el acceso de los ciudadanos a Internet, la realidad es que habrá colectivos que por su naturaleza o situación económica, geográfica, etc. no lo consigan nunca. U otros que simplemente prefieran un entorno más analógico.
En la actualidad las nuevas tecnologías son valoradas como oportunidades importantes para la mejora del valor creado por la actividad pública. La política, entendida como el conjunto de procesos destinados a la conciliación de distintos intereses sociales enfrentados con vistas a obtener un logro general superior comúnmente aceptado, es parte de dicha actividad.
Teniendo en cuenta que sociedad y política van de la mano, cambios sustanciales en la primera afectarán de forma decisiva a la segunda. La aparición de una “cibersociedad” con los valores anteriormente enumerados está comenzando a tener efectos transformadores en unas estructuras políticas todavía propias de modelos sociales de siglos pasados.
Veamos algunos de los aspectos donde pueden existir mayores impactos: