Estudio del fenómeno del mareo, desde los factores psicológicos hasta el emplazamiento en el buque

Figura 1.

Cuando se mueve la cabeza para decir que no, el cerebro recibe simultáneamente información de ambos lados a través del nervio vestibular, consistente en un aumento en la frecuencia de impulsos procedente de un lado y una reducción en la del opuesto. Los canales semicirculares son sensibles a los movimientos de inclinación de la cabeza y el estímulo es la aceleración angular o rotacional de la cabeza con respecto a cualquiera de los tres ejes. En la trasducción sensorial de utrículo y sáculo, la fuerza que hace inclinarse a los cilios es la inercia que produce el desplazamiento tangencial de la membrana otolítica con respecto a la capa de las células ciliadas, efecto que se amplifica debido a que los otolitos son más densos que la propia membrana. El utrículo y el sáculo pueden reaccionar frente a cualquier inclinación estática o aceleración de la cabeza, sean consecuencia del propio movimiento o de la gravedad, por lo que, los canales semicirculares, que por cierto son circulares, son más sensibles a las velocidades y el conjunto utrículo-sáculo a las aceleraciones. El mareo normalmente se debe a que el líquido que estimula las células ciliadas de los canales semicirculares sigue la fuerza de su inercia cuando ya el cuerpo se ha parado. Sin embargo, los causantes últimos de este contratiempo en los barcos son los otolitos de utrículo y sáculo, al ser los más sensibles a la aceleración vertical. En cuanto a la particularidad de la reacción del vómito, es debido a un reflejo del sistema nervioso autónomo, que posee abundantes sensores a lo largo del sistema digestivo y necesita liberarse de todo lo superfluo, como es la comida, ante el problema de equilibrio y le permita enviar toda la sangre que pueda al sistema nervioso central para solucionarlo.

El fenómeno del mareo

Comúnmente se define como mareo a la desagradable sensación subjetiva de inestabilidad, desequilibrio, asociado generalmente a náuseas y a una impresión personal de absoluta incapacidad física. Comienza por malestar general, seguido muy pronto de nauseas y vómitos, vértigos, sudores fríos, cardialgia, pulso débil y estado mental de fondo depresivo.

Los movimientos de los buques en la mar son los causantes del mareo y se pueden mitigar. De hecho, es una de las preocupaciones constantes de los ingenieros navales, aunque no precisamente por evitar que tripulantes y pasajeros se mareen sino, más bien, porque dichos movimientos son los causantes de multitud de averías.

Un buque en la mar es excitado por el oleaje y como respuesta se moverá alrededor de sus seis grados de libertad, así que oscilará y girará sobre cada uno de los tres ejes espaciales. Dichos movimientos dependerán de distintas circunstancias, en primer lugar, del estado de la mar en esa zona, que vendrá determinado por las olas y el periodo entre ellas. Además influye la propia maniobra, la velocidad y rumbo respecto de la mar y las características propias del barco, forma, masa e inercia. De los seis posibles movimientos, son el balance, la arfada y el cabeceo los que más influyen en el mareo, pero la investigación en este campo concluye que, sin ninguna duda, son las aceleraciones verticales, tanto en frecuencia como en amplitud, sus principales causas.

Si las frecuencias de las aceleraciones verticales de oscilación están cercanas a las frecuencias naturales del buque, se darán condiciones de resonancia que aumentarán la amplitud de las oscilaciones. Al disminuir el poder de concentración del personal se produce una disminución de la operatividad de los sistemas y de la seguridad del buque en general. Para complicar más este fenómeno, dos personas cualesquiera no tienen la misma respuesta ante un mismo movimiento, ni incluso las respuestas son las mismas para una misma persona en un momento u otro. La existencia de movimientos continuados puede llegar a representar desde una ligera disminución de facultades a un estado de pérdida total de la capacidad de trabajo. Por un lado habrá que tener en cuenta los movimientos máximos admisibles para realizar ciertas operaciones con un mínimo de seguridad, realizadas en una zona delimitada durante un periodo limitado de tiempo y, por otro lado, la dosis de movimientos soportados durante un periodo prolongado.

 
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