La necesidad de formar personas responsables me lleva a rechazar de plano cualquier tendencia pedagógica que minimice la responsabilidad del alumno ante su propio fracaso académico. ¿Cómo pueden aprender a ser responsables, si no lo practican? Tienen que aprender poco a poco, como es lógico. Por eso aquí hay pruebas intermedias y cuatro convocatorias finales, mientras que la vida real pocas veces te da más de una oportunidad.
El profesor es responsable de su tarea, pero si el alumno se empeña en no cumplir con la suya, poco hay que reprochar al profesor. Es deber del profesor enseñar al que no sabe y suspender al que no aprende. Esto lo entienden bien los alumnos que suspenden, y se quejan poco. Lo entienden bien sus padres, aunque se quejan más, porque mi hijo es mi hijo. Pero hay pedagogos y profesores que no lo entienden. Tratan a los adultos como si fueran niños, tal vez porque la educación tradicional tendía a tratar a los niños como si fueran adultos.
Los resultados de la docencia
Decía Dalí: “el mayor problema de la juventud de hoy es que uno ya no forma parte de ella”. Estoy de acuerdo. Creo que su segundo mayor problema es la falta de hábito en el esfuerzo, lo poco ejercitada que traen la fuerza de voluntad, pero en el ambiente adecuado estos hábitos se pueden adquirir.
Descubrir este potencial de esfuerzo y superación en los alumnos antes de entrar es difícil. Tampoco es fácil predecir su capacidad académica a partir de lo que han hecho en el colegio, pues se trata de un salto cualitativo. A pesar de todo, manteniendo un nivel de exigencia que garantiza el máximo prestigio, tenemos una tasa de éxito mucho mayor que el alcanzado en otras escuelas buenas. Las únicas comparaciones válidas son con otras escuelas de Ingeniería, por la naturaleza singular de estos estudios.
La investigación en Ingeniería
Por vocación, en una escuela de Ingeniería la investigación debe ser mayoritariamente aplicada. La investigación aplicada es innovación, justo lo que España necesita. En esta Escuela debe realizarse en gran medida con financiación privada para que sea económicamente autosuficiente, y en cualquier otra debería serlo porque las empresas exigen resultados prácticos, es decir, innovación.
Es necesario también realizar proyectos con financiación pública, pues estamos inmersos en un sistema de méritos diseñado por lo público para lo público, que valora la I+D por el gasto realizado y el papel generado, en vez de por los resultados industriales obtenidos. Así va nuestra economía.
Son necesarios uno o varios proyectos con éxito para generar una publicación relevante. Sin embargo, el sistema universitario actual mide el éxito de un proyecto por el número de publicaciones irrelevantes que es capaz de generar. Tenemos que publicar más, aunque sólo sea para adaptarnos al escenario que nos ha tocado vivir, sin olvidar lo que dice Manel Esteller, investigador en genética del cáncer: “Se publica muchísimo, pero afortunadamente existe un mecanismo evolutivo de defensa: que se lee poco”.
La cohesión interna
Recién nombrado Director, en un seminario de política universitaria me enseñaron que hay tres modelos clásicos de universidad: (1) el modelo Von Humboldt, cuya misión es la búsqueda del conocimiento, (2) el napoleónico, diseñado para formar servidores de élite del Estado, y (3) el Oxbridge (Oxford y Cambridge) dedicado a formar a las élites en profesiones liberales. Nada más oírlo me vino a la mente que tenemos en esta universidad aproximaciones a los tres modelos, es decir, Cantoblanco, ICAI e ICADE.
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