Dicen que un directivo es alguien cuyos resultados dependen del trabajo de otros. La definición podría aplicarse también a otras figuras menos dignas, pero me sirve para aclarar la idea siguiente: todo lo bueno es mérito de la Escuela, y todo lo malo es responsabilidad del Director, aunque no tenga la culpa. La responsabilidad es la base de la autoridad, y por tanto del poder que te permite arreglar lo que no funciona.
La Escuela y la Universidad están mejor que hace 10 años, y hace 10 años estaban mejor que hace 20. Como todo lo que no mejora empeora, simplemente hemos cumplido con nuestro deber. Newton dijo: “si consigo ver más lejos es porque he conseguido auparme a hombros de gigantes”. En el caso de una labor colectiva de más de un siglo esto es aún más evidente.
En mi desempeño individual, he querido hacer todo lo que podía, pero no he podido hacer todo lo que quería. Autoevaluarse es difícil y peligroso: si te pones una nota alta quedas mal, y si es baja te pueden dar la razón. Por eso confío en la evaluación de otros. Mi nota fin de carrera fue un notable bajo; las notas que me suelen poner mis alumnos en las encuestas están entre el 7 y el 8, y los profesores en varias encuestas anónimas me han asignado un siete y pico como Director. En otros lugares no serían notas demasiado brillantes. En ICAI son motivo de orgullo y satisfacción.
Si alguien cae en la tentación de las comparaciones entre directores, le recuerdo la frase de Jardiel Poncela: “los muertos, por mal que lo hayan hecho, siempre salen a hombros”. También le recuerdo que me considero discípulo de Luís Pagola. No seré yo quien presuma de autodidacta, pues estoy de acuerdo con el pintor John Constable cuando decía “¿Es usted autodidacta? Su maestro es un ignorante”. Siendo Luís mi maestro, algunas cosas las habré hecho mejor y otras peor que él, pero cualquier aspecto en que el discípulo mejore al maestro no hace sino honrar a ambos. Estoy convencido de que Mariano hará muchas cosas mejor que yo, y sería un honor que me considerase en parte su maestro.
He escrito y hablado ya mucho sobre la Escuela, pues a mi labor habitual de relaciones públicas se han sumado dos hechos singulares: el Centenario de ICAI, y el proceso de “Bolonia”. Como no debo extenderme ahora, os remito a un artículo breve que saldrá pronto en la revista de Antiguos Alumnos de ICADE, llamado “ICAI como modelo de negocio: claves de una ventaja competitiva sostenible”.
En dicho artículo modelo cómo de las señas de identidad de la Escuela derivan unas ventajas estables, mediante relaciones y bucles causa-efecto. Las señas de identidad de partida son “escuela de Ingeniería de los jesuitas en un campus urbano, con colegio profesional propio”. Las ventajas competitivas estables las resumo como “escuela de Ingeniería de prestigio, basada en valores de excelencia profesional y humana, de alto rendimiento académico, con un estilo docente propio”.
También en el artículo opino sobre las amenazas a las que está sometido el modelo, que son las que pueden debilitar los círculos virtuosos de causa-efecto o incluso convertirlos en círculos viciosos. Cito entre otras las amenazas de imitar a otros, bajar el nivel de exigencia, abandonar nuestro privilegiado campus urbano, o la posible fuga del talento.
No voy a hablar del proceso de Bolonia porque ya hemos resuelto con éxito lo más difícil, rematando la excelente labor de esta Universidad. Sólo tenemos que seguir trabajando bien y estar atentos a los detalles para evitar errores.
Como conclusión puedo decir que la Escuela va muy bien, e irá mejor si somos coherentes con nuestra historia. Cultivemos la leyenda de ICAI haciéndola realidad todos los días.