¿Qué tal estamos de Liderazgo?


Temperamento, mentalidad y conocimientos.

Dos personas que vivan culturas distintas no se entenderán porque parten de presupuestos distintos, y definen de distinta manera las mismas cosas. Es evidente que hay muy pocas empresas que estén inmersas en uno de estos dos polos opuestos que hemos reflejado. La gran mayoría están en posiciones intermedias, más cercanas a la cultura del miedo que a la de la confianza.

¿Dónde está el problema?, ¿por qué no hay un desplazamiento hacia la confianza?

Es un problema de mentalidad. Estamos todos de acuerdo en que no se dirigen procedimientos, ni procesos, ni máquinas, ni estrategias… se dirigen personas. Bueno, pues aun estando todos de acuerdo, esto se olvida. Y ahí surge el problema. Se olvida a la persona, o se la pospone, y se cree que con mejorar el equipamiento informático o la flota de vehículos, por ejemplo, se va a conseguir una mejora sustancial de la productividad. Craso error. ¿En cuál de las dos culturas faltan líderes?

Algo hay que cambiar

Simplificando bastante, pero sin perder lo fundamental, consideramos que la personalidad tiene tres componentes fundamentales: temperamento, mentalidad y conocimientos. Podríamos decir que se localizan en los genes, el corazón y el cerebro, respectivamente. En la imagen adjunta, se puede observar qué queremos decir, y lo que podemos encontrar en cada componente.

Pues bien, así como el temperamento es muy difícil de cambiar, y si se fuerza el cambio pueden venir problemas psiquiátricos, la mentalidad y los conocimientos son susceptibles de ser modificados. Los conocimientos se pueden enriquecer con el estudio, la experiencia, etc. La mentalidad se puede cambiar con la creación de hábitos y la modificación de nuestra actitud.

La capacidad de una persona (o de una empresa), su eficacia, su productividad, su competitividad… son proporcionales al producto de su mentalidad por sus conocimientos, o su cultura por su estrategia, o su corazón por su cerebro, o sus hábitos por sus habilidades, etc. Si alguno de los factores es nulo, no habrá nada que hacer. Salvo en este caso, la influencia de cada factor es muy diferente. Si pusiéramos unos límites numéricos a cada factor, podríamos decir que el factor conocimientos varía de 0 a 10, pero el factor mentalidad varía de 0 a 100. Lo que queremos decir es que el factor más determinante es el de la mentalidad, y es en ése precisamente dónde hay que incidir para cambiar a mejor.

Y yo ¿qué puedo hacer?

En primer lugar, conocerse a sí mismo. Es decir, sepa usted cuáles son sus puntos débiles y fuertes. Averigüe dónde están sus miedos y cuáles son sus presupuestos mentales. Para ello, tiene que ser muy disciplinado y dedicarse a ello con perseverancia. Un consejo que solemos dar en nuestros cursos de entrenamiento de Dirección y Liderazgo -que parece un consejo exagerado, pero garantizamos que no lo es-, es que dedique una hora (¡de 60 minutos!) al día a estar sólo consigo mismo, y en este rato, además de sumergirse en los problemas que le rodean, y que verá con otra perspectiva, sumérjase también en usted mismo y bucee en su interior para lograr conocerse a fondo. ¡Una hora al día, al menos! Si no es capaz de lograrlo, le recomendamos el “coaching” personalizado. Después ataque aquellos puntos que pueden hacerle fracasar “a priori” en su actividad profesional.

 
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