Durante un paseo por el campo observé que unos operarios estaban colocando un poste de hormigón de una línea eléctrica en una huerta de tomates. Habían protegido las tomateras y las afectadas las habían sacado con su cepellón y las habían dejado apartadas cuidadosamente. Cuando terminaron la colocación del poste, se dedicaron a replantarlas y a dejar limpia y ordenada la huerta.
A los pocos meses fui testigo de lo contrario. Para colocar un poste, la cuadrilla de otra empresa contratista había arrasado la plantación en la que “trabajaron”. La pisotearon y la dejaron toda hecha un desastre, llena de escombros, papeles, botellas vacías y latas de conserva. En esa empresa, yo, personalmente, fui tratado de la misma forma en la recepción, en el departamento de proyectos y en la alta dirección.
En cualquier empresa se respira la misma cultura en todos sus niveles. Porque la cultura de la empresa la marca la alta dirección, ya que “comportamiento genera comportamiento”. Y esa cultura se vive desde el primero al último empleado.
¿En cuál de las dos empresas faltan líderes?, ¿una empresa de montajes eléctricos está sólo para colocar postes que sujeten los cables y pasen la energía? ¡Claro que no! Entonces, ¿para qué está?
En una empresa en la que traten mal a los clientes, tratarán mal a los proveedores y tratarán mal a los empleados. El ambiente estará enrarecido habitualmente, y se respirará en todos sus ámbitos una cultura de miedo. El miedo atenaza, impide tomar decisiones, frena las iniciativas, por lo que la empresa se estanca o se atrofia. Surgen las posturas ‘pasotas’ (“no es mi problema”, “el que venga detrás que arree”, “a mí no me pagan por pensar”…) y las relaciones se van deteriorando. El jefe está para impedir que nada cambie y sólo piensa en conservar su poder, su estatus. Los colaboradores están para hacer lo que les manden, y a callar. Las diferencias se convierten en problemas, la empresa está sólo para ganar dinero y satisfacer a los accionistas… Es la cultura M o cultura del miedo.
Por el contrario, en una empresa en la que la cultura transmitida desde arriba sea una cultura de confianza, se tratará bien a los clientes y a los proveedores, habrá libertad en tomar decisiones, se tendrán iniciativas, se innovará, se avanzará y la empresa irá a más y crecerá. El personal asumirá los retos y acometerá los problemas, adoptará una postura de colaboración, de trabajo en equipo (“es mi problema”, “yo te ayudo”…), de proactividad; y las relaciones serán fluidas y cordiales. El jefe estará para cambiar a mejor lo que haga falta, y su pensamiento está en servir y en hacer mejores a sus colaboradores. Los colaboradores están para enriquecer su puesto de trabajo y sus funciones. Las diferencias se convierten en oportunidades, la empresa está para tener satisfechos a sus empleados, a sus clientes, a sus accionistas, a sus proveedores y al sistema social en que se desenvuelven sus actividades… Es la cultura C o cultura de la confianza.