Tuvimos ocasión de ver oficios y actividades ya desaparecidos en nuestras latitudes. La gente seguía construyendo sus casas con adobes o con la técnica del tapial. Y en el trabajo del campo, seguían arando con un arado romano tirado por bueyes. Seguían cosechando los cereales con hoces, aventando con palas e incluso ¡trillando con caballos pero sin trillo! Esto da una idea de la dureza de sus condiciones de vida. Estas personas no se han beneficiado de los grandes avances de la agricultura de los últimos 150 años. ¡Y pensar cuánto se podrían mejorar los rendimientos de las tierras con un microtractor comunitario!
Cabe destacar la laboriosidad de las mujeres de la Sierra. Trabajaban durante toda la jornada, cuando no trabajaban en el campo se dedicaban a hilar, es decir sacar hebras de lana de un pedazo del mismo material enganchado a un palo, al que llamaban rueca. Tras obtener una primera madeja, se dedicaban a torcer, es decir entrelazar hilos para obtener un hilo más resistente. A pesar del gran trabajo requerido, estas madejas de lana estaban mal pagadas en el mercado por la competencia con las bobinas industriales. ¡Cuántas veces pensamos en la de trabajo que se podría ahorrar construyendo otra vez las antiguas ruecas e hiladoras manuales que había en Europa en ese otro lado del Atlántico! Y cuando no estaban dedicadas a esta tarea tejían hermosos dibujos multicolores en tapices y telas o realizaban las tareas del hogar.
Descargar este artículo en formato PDF