En definitiva, el apogeo de la movilidad motorizada privada en las ciudades produce una merma para todos los demás medios de transporte, lo que a su vez conlleva la elección del medio percibido como el menos vulnerable: el automóvil, realimentando de esta forma el proceso de la motorización.
Ante esta tendencia general que está desencadenando graves problemas de congestión del tráfico en la mayor parte de las grandes ciudades y amenaza con extenderse en breve plazo de tiempo por el resto, las diversas autoridades y gobiernos, desde la escala comunitaria a las locales, han empezado a tomar conciencia del problema.
Se han comenzado a adoptar ciertas medidas encaminadas a poner límites a la libre circulación de los automóviles en los centros urbanos, como por ejemplo la Tasa de Congestión de Londres, que pretende restringir el acceso de coches al centro de la ciudad. No obstante, son medidas tímidas, pues muchas veces no pasan de la esfera teórica debido al rechazo que suelen suscitar y a las graves repercusiones sociales.
El Libro Blanco de Transporte de la Comisión Europea asume que los problemas de tráfico no pueden subsanarse únicamente a través de la construcción de nuevas infraestructuras. Ha quedado de sobra demostrado que este camino que busca cubrir la demanda solvente es incapaz de aportar soluciones duraderas al problema.
La construcción de nuevas infraestructuras motorizadas, con el fin de devolver la fluidez al tráfico congestionado, estimula aún más el proceso de la motorización, por lo que tras un plazo de tiempo se retorna a la situación de congestión inicial.
Por ello es preciso gestionar la demanda y racionalizar el uso del coche particular, potenciando y adoptando soluciones alternativas para cubrir los desplazamientos urbanos: paseos peatonales continuados, red de transporte colectiva, eficaz, cómoda y funcional, sistemas de préstamo y alquiler de bicicletas, y carriles de bicicleta capaces de responder a las necesidades urbanas.
La bicicleta como solución
Los planificadores y urbanistas especializados en movilidad urbana están de acuerdo en establecer el radio de acción teórico de la bicicleta en 7,5 kilómetros, umbral bajo el cual se sitúa su capacidad de captar viajes urbanos.
En muchas ciudades con índices de congestión significativos la bicicleta ha demostrado ser uno de los medios de locomoción más rápidos y eficaces para los desplazamientos puerta a puerta. En todo caso se muestra mucho más rápida que el coche, que demuestra ser el medio de transporte más ineficaz (aunque paradójicamente sea el más utilizado) para los desplazamientos interurbanos.
La bicicleta tiene mayor maniobrabilidad, menor ocupación espacial y un bajo requerimiento de tiempo para su estacionamiento. Sin embargo, pese a sus múltiples ventajas espaciales, ambientales, económicas y sociales, su participación en el sistema de transportes de las ciudades es, en la mayoría de los casos, anecdótica.
Curiosamente en los países del norte de Europa donde la climatología es más adversa, la participación de la bicicleta en la movilidad es realmente importante, superando en muchos casos al transporte motorizado privado.
A pesar de que son innumerables los factores que influyen en el uso de la bicicleta, tanto los de carácter físico (pendientes, distancias, clima...), como urbano (configuración urbana, sistema de transportes...), uno de los principales obstáculos para el uso urbano de la bicicleta parece encontrarse en las estructuras culturales.
El rápido proceso de motorización desencadenado desde los años sesenta relegó a la bicicleta, que hasta el momento constituía un medio de transporte habitual para el acceso a numerosos lugares como los centros de trabajo, a una situación marginal.
Actualmente, su uso se vincula más a un recurso de ocio y deportivo, olvidando frecuentemente su papel como medio de transporte, que de considerarse, se ve con cierto desprestigio. Frecuentemente se le asocia con ciertos estereotipos, como los que la consideran un medio de trasporte retrasado, exclusivo de personas sin recursos económicos o ecologistas, en el sentido peyorativo de la palabra.