Carlos Díaz Azarola ha accedido con gran amabilidad y lleno de alegría a nuestra propuesta, lo cual le agradecemos muchísimo teniendo en cuenta las múltiples ocupaciones que conlleva su nueva e importante responsabilidad. Esta entrevista representa un reto para el entrevistador, pese a compartir la misma carrera, dada la diferencia de 33 años con el entrevistado, que quizás ayude a entender el paso y la evolución del tiempo, pues son imprescindibles y sabios los contrastes de opiniones, donde todos aprendemos y nos necesitamos.
Sabemos que naciste en Madrid en el año 1970 y conocemos que finalizaste los estudios en nuestra escuela en 1994, pero nos gustaría que nos explicases con mayor detalle cuanto consideres conveniente de estos casi 25 años de tu vida. ¿Cuál fue tu primer colegio? ¿Conservas un recuerdo especial del mismo?
Carlos Díaz.- Soy antiguo alumno del Colegio de Ntra. Sra. del Recuerdo, donde cursé todo el Bachillerato, salvo los cuatro años (8º de EGB y los tres del BUP) que pasé en Bruselas, a causa del trabajo de mi padre. Cuando volví a Madrid para hacer COU, me reencontré con el colegio que tanto había marcado mi infancia y hacia el que siempre tendré una inmensa gratitud. Son muchos los compañeros y profesores que recuerdo con gran cariño; entre ellos, quiero nombrar a los PP. Luis Tejerina, Xavier Ilundain y Agustín Alonso, que con sus vidas me mostraron, en mi infancia, adolescencia y juventud, respectivamente, la alegría de pertenecer a Jesucristo y servirle con una entrega total de sí mismo.
Para los mayores son significados e imprimen carácter los recuerdos de la infancia, que permanecen para siempre en nuestra memoria. Lo puede certificar quien te entrevista, para quien son imborrables acontecimientos trascurridos hace más de sesenta años. ¿Representan para ti algo parecido hechos de tu niñez? ¿Puedes comentarnos alguno de ellos, o quizás es distinto en el ámbito actual?
“Sabed que no hay nada más noble, más fuerte, más sano y más útil en la vida que un buen recuerdo, sobre todo cuando es un recuerdo de la infancia (…). El que hace una buena provisión de ellos para su futuro está salvado”, podemos leer en “Los hermanos Karamazov”, la obra maestra de Dostoievski. He encontrado una espléndida explicación de esta idea en “La alianza educativa”, publicación de nuestro compañero de ICAI, José Granados García, a quien también me une la amistad desde el colegio y la fraternidad sacerdotal. Aunque lo hago con cierta frecuencia, me sigo emocionando cada vez que rezo el “Dulcísimo recuerdo de mi vida”, poesía con la que aprendí en el colegio a dirigirme a la Santísima Virgen. La Salve de los viernes, los partidos de fútbol, las funciones de teatro, los campamentos de verano en Vinuesa… Todo eso forma esa provisión para el futuro que yo fui haciendo en mi infancia y que hoy me sigue sosteniendo.
El ICAI ha tenido y conserva algo sustancial de difícil explicación que heredamos de anteriores generaciones y pienso que se ha podido conservar a través de los muchos años trascurridos, ¿influyó esta idea en la elección de nuestra escuela o existieron sólo otras motivaciones?
Mi elección por el ICAI tiene relación sobre todo con el cariño y gratitud que siempre he tenido y sigo teniendo por la Compañía de Jesús. Cuando yo estaba en COU quería ser ingeniero, pero no uno cualquiera. Quería ser el mejor ingeniero del mundo y emplearme por entero a trabajar en proyectos de colaboración con el Tercer Mundo. ¿Existía una opción mejor para mi preparación? Ni siquiera la idea de formarme en alguna universidad de Europa me parecía comparable.