Dos estudiantes de ICAI, Pedro Ciller y Sergio Pego, han participado este año en la Olimpiada Matemática celebrada en Bulgaria, en la que Pedro obtuvo uno de los premios, y han querido compartir con todos los lectores de "Anales" la experiencia vivida. Esperamos que sirva para animar a otros estudiantes a participar en futuras ediciones.
La primera impresión que produce un viaje por carretera en Bulgaria es que, a pesar de la belleza del paisaje, es un país de deteriorada infraestructura. La impresión se confirma cuando, después de los 100 km que la separan de Sofía, se llega a Blagoevgrad, la ciudad de 74.000 habitantes donde este año tuvo lugar la International Mathematics Competition.
Los dos estudiantes del ICAI que este año tuvimos el privilegio de participar, gracias al patrocinio de la Asociación de Ingenieros del ICAI, llegamos con la ambición de superar la puntuación del año anterior, en el caso de Pedro Ciller, y al mismo tiempo experimentar, en el caso de Sergio Pego por primera vez, lo que el reto supone. La gran oportunidad de un evento de este tipo es doble: por un lado enfrentarse a problemas matemáticos estimulantes, y por otro poder relacionarse con estudiantes de matemáticas de todo el mundo. La competición tiene lugar en dos días, donde uno ha de tratar de resolver, cada día y de forma individual, 6 problemas de dificultad creciente contando con 5 horas para ello.
El primer día en Blagoevgrad sirve para aclimatarse, pudiendo conocer una ciudad que aún conserva los vestigios de la arquitectura de la época comunista. La Universidad Americana, donde tiene lugar la competición, es la antigua sede del Partido y se abre ante una plaza desierta. El estado de los edificios contrasta, sin embargo, con el espíritu mediterráneo de los búlgaros. Las calles peatonales de esta ciudad están plagadas de niños con sus padres, comercios de ropa y terrazas, y el carácter alegre y juvenil de este país desconocido derrumba las concepciones que uno pueda haberse formado atendiendo a su pobreza relativa (Bulgaria tiene la renta per cápita más baja de la Unión Europea, y el salario medio es de unos 350 euros/mes).
El ambiente que se respira en competiciones de este tipo es difícilmente igualable fuera de círculos académicos. No existe rivalidad entre participantes, sino un vínculo de unión fundamentado en el gusto compartido por las matemáticas. La mayoría de estudiantes provienen de países europeos y tienen experiencias previas en olimpíadas de la educación secundaria. El leitmotiv de las conversaciones gira en torno a temas técnicos y científicos, y la única ambición que existe es pasárselo bien midiéndose ante el reto que supone enfrentarse a los problemas (a excepción, quizás, de algunas universidades de Europa del Este que tienen la presión de mantener una reputación en la preparación de estos eventos).
Los dos días de exámenes, que se realizaban por las mañanas, transcurrieron con la concentración requerida. Las comidas giraban en torno a la discusión con otros participantes acerca de posibles soluciones alternativas a los problemas planteados, y los nervios por saber las puntuaciones obtenidas se mantenían a lo largo del día, ya que los resultados eran publicados por la noche. Para un alumno de ICAI la dificultad en las pruebas estriba, no sólo en la necesaria imaginación y habilidades que se tengan, sino también en los conocimientos y formación adquiridos. El nivel de los problemas es muy elevado y alguno es muy difícil de solucionar si no se cursan estudios de la Licenciatura en Matemáticas. Además, es necesario ser riguroso en la formulación de las respuestas para obtener toda la puntuación. Como durante el acto de apertura dijo John Jayne –profesor de la UCL y promotor de la competición– quedar en los primeros puestos supone "algo más que habilidad; son años de trabajo y preparación continua en la resolución de problemas matemáticos".
El último día de la competición está pensado para recibir las reclamaciones sobre las correcciones y realizar la revisión de exámenes. Además, la organización programó una visita al monasterio ortodoxo de Rila, enclavado en un entorno natural de enorme belleza y parada obligatoria para cualquier turista que visite Bulgaria. Tras ello, se procedió a la clausura de la IMC 2011 con la entrega de premios, donde Pedro Ciller obtuvo un honroso "thirdprize".
La experiencia, en definitiva, fue muy enriquecedora, y esperamos poder animar a nuevos alumnos de ICAI a participar en posteriores ediciones para que la representación de la universidad se mantenga como se ha hecho en los últimos 5 años. También querríamos agradecer a Javier Rodrigo, profesor del Departamento de Matemáticas, su apoyo en la organización y preparación de la competición. Y como no, a la Asociación de Ingenieros del ICAI que, con el impulso de eventos de este tipo, fomenta la curiosidad, la formación y el crecimiento intelectual de los futuros ingenieros del ICAI.