El día 27 de mayo, y con motivo de su jubilación, se celebró un homenaje a nuestro compañero Antonio Arenas Alonso (promoción 1983). En el emotivo acto, Antonio quiso dirigir unas palabras a todos los presentes en las que recorría su trayectoria personal y profesional ligada, desde muy joven, al ICAI.
En ANALES queremos unirnos a esta celebración compartiendo con vosotros sus palabras durante el acto.
Queridos amigos:
Ante todo quiero deciros que esto no es lo que Casimiro me había dicho: "unos cuantos de la Escuela queremos comer contigo". No sois unos cuantos, sois casi todos. Muchas gracias. Algunas conversaciones en los últimos días con compañeros que me decían no poder estar hoy aquí, me han puesto en alerta y por ello he preparado algunas notas que quisiera leeros.
Mi vida laboral comenzó en octubre de 1962, como aprendiz de tornero, con 15 años de edad y un salario de 84 pesetas semanales (entonces se pagaba semanalmente). Desde entonces no he dejado de trabajar (ni de cotizar a la SS): oficial tornero, profesor de formación profesional y por último el ICAI, que acabó integrándose en Comillas.
Desde mi oficio de tornero jamás pensé en jubilarme desarrollando una actividad universitaria. Las cosas fueron pasando y quiero deciros que han ido pasado bien, me he sentido a gusto en todas las empresas y en las actividades que he realizado:
Me ha gustado todo lo que he hecho en mi vida laboral, pero siendo tan variados y dispares los trabajos eso significa: ¿que no tengo gusto? ¿que soy un conformista resignado? Yo creo que no, creo tener gusto y no haber vivido resignado. He vivido sabiendo lo que hacía e ilusionado con cada una de mis distintas actividades. He vivido mi actividad laboral ilusionado con los nuevos retos que me iban apareciendo, con las cosas nuevas en las que me iba involucrando, a veces buscadas pero la mayoría han llegado por azar. Y es que como he dicho muchas veces a los jóvenes, no creo en la vocación; uno puede tener incompatibilidades con ciertas actividades, pero para el resto el gusto está ligado al conocimiento que de ellas se tiene. Creo que cuanto más a fondo se conoce una actividad más se quiere trabajar en ella. Opino que la vocación o gusto por una actividad sale del conocimiento sobre ella.
Cuantos de nosotros podríamos haber hecho otras cosas muy distintas a la docencia, pero aquí estamos y espero que con ilusión por lo que hacemos. Esta satisfacción con el trabajo realizado, este buen sabor que me ha quedado de mi vida laboral, no ha estado exento de dificultades ni de muchos momentos de amargos sabores de boca, pero eso sí, puntualmente. Creo que he tenido la gran suerte de que, en esos malos momentos, he sido capaz de alejarme de los problemas para mirarlos desde lejos y así poderlos enfocar junto con otras cosas que no se ven cuando uno está metido dentro del problema. Ello me ha ayudado a tener la sensación y la certeza de una mayor justicia en mis decisiones, no sólo profesionales, sino en mis relaciones con los compañeros.
El trabajo universitario creo que tiene dos componentes, uno de trabajo en equipo, que permite una mayor relación con los compañeros, pero otro, la que más tiempo consume, de trabajo personal aislado en la soledad del despacho. Opino que este último componente busca como forma de compensación el pequeño coloquio en el pasillo o el rápido rato del café, en donde necesariamente surgen los chascarrillos, los rumores y comentarios sobre compañeros, jefes e instituciones. Considero esto Inevitable, pero os pido que siempre antes de asumir estos rumores y comentarios, os subáis del pasillo al tejado del edificio y veáis las cosas desde allí. Os aseguro que las cosas, y sobre todo las personas, se ven de otra manera cuando al mirar desde lejos nos vemos nosotros también entre el conjunto. Esta consideración no sólo la recomiendo para quienes tienen que tomar decisiones de mayor o menor alcance -es ciertamente fundamental, cuando se trata de personas, no dejarse influir por los rumores de pasillo- sino que la recomiendo para todos, para comprender al compañero y para entender al jefe, pues os aseguro que es necesaria para un buen ambiente en el trabajo y éste es necesario para poder sentirse agusto; y no olvidéis la importancia para la vida personal que tiene sentirse a gusto en el trabajo, pues es donde pasamos la mayor parte de nuestra vida activa.
No quiero alargarme más, pero no quiero dejar de reconocer que una gran parte del buen sabor de boca que tengo de mi vida laboral no me corresponde a mí, os corresponde a vosotros compañeros, que siempre me habéis tratado muchas veces con cariño y siempre con respeto, y otra parte también grande a quienes, teniendo capacidad de decisión, han puesto gran confianza en mí: