En el anterior número de Anales os informamos sobre la participación de cuatro alumnos de ICAI en la Olimpiada Matemática de este año y de los buenos resultados obtenidos. En esta ocasión queremos trasladaros las experiencias vividas por tres de ellos: Ramón, Luis y Víctor, que esperamos animen a otros alumnos a participar en futuras ediciones.
Lo cierto es que recibí con gran ilusión la propuesta de mi profesor de Álgebra de participar en una Olimpiada Matemática en el verano de 2012. No era mi primera experiencia olímpica, pues ya había participado en fases finales a nivel nacional de olimpiadas de Física y Química, así como en la Olimpiada Iberoamericana de Física. Todas ellas habían sido experiencias fantásticas y los buenos resultados me animaban a un nuevo intento. Además, con el inestimable apoyo de la Asociación de Ingenieros de ICAI y el de la propia Escuela, el viaje quedó perfectamente organizado y no tuvimos más que prepararnos a nivel académico para el nuevo reto.
La decimonovena edición del certamen International Mathematics Competition (IMC) tuvo lugar en el recóndito pueblo de Blagoevgrad, Bulgaria, del 26 de julio al 1 de agosto de 2012. Llenos de ilusión y ganas de hacer un buen papel, otros dos compañeros de 1º de grado y uno de tercero partimos desde el aeropuerto de Barajas con destino Sofía.
No obstante, no fue hasta llegar al examen cuando nos dimos cuenta de dónde estábamos y a qué podíamos aspirar. Por muy buenas notas que saques en ICAI, por muy bien preparado que creas estar, siempre hay gente mejor, siempre hay gente más capaz y no es hasta estas situaciones cuando te das cuenta. Nos enfrentamos a estudiantes de hasta 4º de carrera de universidades de todo el mundo, particularmente de Matemáticas, y la verdad es que nos sirvió para poner los pies en la tierra y no creernos más de lo que somos.
Más allá de la cura de humildad, solo remarcar que apenas entendimos 3 de los 10 problemas a los que nos enfrentamos, y no supimos hacer más de dos. Pasamos buenos ratos con algunos de los participantes, particularmente con los irlandeses del Trinity College, e hicimos una preciosa visita al Monasterio de Rila.
Por último, quería mostrar mi agradecimiento a la Asociación de Ingenieros de ICAI, que hizo posible que se realizara esta actividad gracias a su apoyo económico e institucional.
Ramón Rodrigáñez Riesco
Todo empezó durante el curso 2011-2012, cuando mi tutor (Santiago Canales) nos llamó a Ramón, a Víctor, a Juan y a mí al despacho de Javier Rodrigo. Allí nos ofreció la posibilidad de ir a Bulgaria en verano, pues se celebraban las Olimpiadas Internacionales de Matemáticas. La idea fue genial; a mi me entusiasmó.
Suponía conocer gente nueva, una cultura diferente y estar durante 6 días con amigos de ICAI en un país extranjero. En Barajas me encontré con Víctor, Ramón y Juan, después de viajar desde Córdoba. Me dio mucha alegría verlos, ya que no había estado con ellos desde que terminamos el curso.
Marchamos a Bulgaria. Ninguno de nosotros habíamos estado en el país y yo no había participado en ningún tipo de olimpiadas a nivel internacional, por lo que era una experiencia completamente nueva para mí. Cuando llegamos, enseguida empezamos a hacer amigos; con ellos comeríamos, charlaríamos y compartiríamos horas de examen y diversión.
Sobre todo, lo que más me impresionó, es cómo convivíamos gente de diversos países y distintas culturas y nos divertíamos en las distintas etapas del viaje: cuando fuimos al Monasterio de Rila, en las comidas, las cenas, las horas tras los exámenes, etc. Sin duda, la experiencia humana ha sido lo que más me ha marcado, pues conoces gente diferente, interesante, convives con ellos, y compartes sus inquietudes.
Ha sido una experiencia magnífica, que he de agradecer a mis profesores por darme la posibilidad de disfrutarla, y también quisiera dar las gracias a la Asociación Nacional de Ingenieros del ICAI por su subvención, que nos ha permitido financiar el viaje.
Luis Javier Marqués Mayor
Meses antes de terminar un desafiante e ilusionante primer curso de Ingeniería Electromecánica en ICAI, nuestro profesor de Álgebra nos propuso participar en una Olimpiada Matemática. ¿Dónde? En su emplazamiento por excelencia: Europa del Este y en particular este año en Bulgaria. ¿A quiénes nos encontraríamos? A universitarios de las más diversas procedencias, de toda Europa y partes de Asia y América, de hasta 4º de carrera y con una preparación muy superior a la nuestra. ¿Este hecho nos preocupaba? Realmente ni lo más mínimo, ya que nuestra motivación residía más bien en competir contra nosotros mismos a fin de superarnos en el intento. Y si además teníamos la oportunidad de conocer a estudiantes que vivían realidades y culturas ciertamente dispares y que queríamos descubrir, ¿a qué estábamos esperando para volar a Bulgaria?
Cuatro alumnos quisimos vivir dicha experiencia, tres compañeros de aquel entrañable 1ºG y un buen amigo de 3º que lee estos renglones desde Berlín. La 19th International Mathematics Competition se celebró hacia finales del pasado julio –sí, en Bulgaria también era indudablemente verano, lo confirmamos en vivo– en una ciudad relativamente manejable, próxima a las fronteras con Macedonia y Grecia: Blagoevgrad. Estábamos en Europa del Este, la arquitectura indiscutiblemente soviética lo delataba. Allí se sucedieron las 10 horas de razonamientos y devaneos matemáticos de las que constaba la Olimpiada. Bastará decir que aunque su idioma oficial era el inglés, algún enunciado quizás nos hubiese aportado más en el búlgaro local o en finés… Sí, fue un ucraniano el ganador absoluto y los 4 participantes de la Universidad Pontificia Comillas pudimos reunir 3 Menciones de Honor, excediendo nuestras expectativas.
Más allá del ámbito meramente académico, compartimos impresiones y buenos momentos con bastantes estudiantes, entablando una relación especialmente cercana con el equipo irlandés del Trinity College Dublin. ¡Qué recuerdos, como la cena en el restaurante italiano charlando animadamente y con los Juegos Olímpicos de Londres de fondo! También tuvimos la oportunidad de visitar el Monasterio de Rila, realmente espectacular.
Nuestros días en Bulgaria llegaban a su término, pero volveríamos de allí cargados de recuerdos y anécdotas inesperadas, con una renovada motivación por continuar aprendiendo y con la lección de la humildad nuevamente asimilada… Fueron unos días inolvidables y desde aquí volvemos a dar las gracias más sinceras a todas las personas e instituciones que siempre nos apoyaron e hicieron posible esta magnífica experiencia, en particular a la Asociación Nacional de Ingenieros del ICAI por su apoyo económico e institucional. Entonces Matemáticas y Europa del Este… sí suena familiar, sí y mucho…
Víctor Martín Palacios