Carlos Villacieros Fernández, en representación de los miembros de la Promoción de 1962 que celebraba sus Bodas de Oro, recogió la insignia junto con el diploma conmemorativo. Transcribimos su emotivo discurso:
"A la hora de preparar unas pequeñas notas, para dirigirme a vosotros, en nombre de los ingenieros de la promoción del 62 con motivo de la celebración de esta singular fecha, nuestras Bodas de Oro, han sido tantos los sentimientos y los recuerdos que se agolpaban, que no estoy nada seguro de haber acertado en su elección. Pido, pues, de antemano mis disculpas por las omisiones que cualquiera pueda encontrar.
Hace un par de años unos cuantos compañeros de esta promoción, Paco Mengual, Luis Cifuentes, Pepe Bretón, Roberto de los Ríos, Arturo Baeza, Luis Escribá y yo decidimos reunirnos para preparar la celebración de los 50 años, nuestras Bodas de Oro. En honor a la verdad, la iniciativa de preparar un viaje surgió de nuestro nervioso compañero Paco Mengual, ¡dos años antes! y a él se lo debemos agradecer todos. Nos hemos reunido entusiasmados en Los Jardines de Serrano en multitud de ocasiones y en ellas hemos ido plasmando lo que nos gustaría que fueran estas celebraciones: sobre todo un reencuentro de amigos que tanto habíamos disfrutado en nuestros años de estudiantes. ¿Nos reconoceríamos? Debería ser un reencuentro tranquilo, disfrutando de la naturaleza, del paisaje, de esos lugares cargados de historia que no habíamos tenido tiempo de visitar en nuestro ajetreo profesional y familiar, y ¡con nuestras "santas"! Por votación popular se eligió La Rioja, y disfrutamos lo que no está escrito ni en los Anales, aunque hay una reseña de ello.
El homenaje de hoy nos lo otorga nuestra Asociación, lo que agradecemos sinceramente; nuestro sentido de pertenencia a un colectivo como éste es grande y nos sentimos muy unidos y muy a gusto en esta casa, y con estos amigos y compañeros, con Román, nuestro Presidente recién nombrado, con Juan, Antiguo Presidente y actual Secretario, con Belén, que tanto nos ayudó en la preparación del viaje a La Rioja, etc. Cincuenta años han sido prácticamente toda nuestra vida, familiar y profesional, tan vitales para nosotros; es mucho tiempo, sin embargo se pasó rápido. En la ingeniería, los avances de la tecnología han establecido unas diferencias tales que, recordar algunas circunstancias de entonces y de ahora para nosotros, hacen aparecer la sonrisa en los más jóvenes, con una cierta incredulidad y como si estuviéramos relatando vivencias de la edad de piedra. A modo de anécdota, y hablo del presente, os comentaré que cuando nos reunimos la primera vez la comisión mencionada, al terminar la primera reunión, sugerí: "dadme vuestros números de móvil y vuestra dirección de correo para estar permanentemente conectados para cualquier cosa que surja"… se hizo un silencio, apareció alguna sonrisita y tras un momento, alguien dijo: … "yo no tengo dirección de correo electrónico, ni uso Internet"…otro se atrevió: "yo si tengo pero como si no lo tuviera, no sé bien como funciona ese artilugio, solo si está mi hija me entero si alguien me ha escrito algo"; el resto si lo utilizaba.….. Al final todos nos pusimos a trabajar y se impuso la realidad: hemos funcionado con el correo electrónico. Del "whatsapp" ni me atreví a hablar…
Unas acciones tan simples y cotidianas no podían hacerse cuando terminamos la carrera, convencidos de ser unos ingenieros de primera línea con nuestra famosa regla de cálculo, sencillamente porque entonces ni había teléfonos móviles, ni existía Internet, ni se sospechaba qué sería un e-mail.
Hemos visitado los talleres y los laboratorios el pasado día 8, nuevos y novedosos para nosotros, y hemos podido comprobar que nuestra querida Escuela del ICAI no se ha parado, y con cierta nostalgia, que nos hubiera gustado disfrutar más de ellos cuando éramos estudiantes. Por otra parte, no hemos encontrado el taller de forja o los bancos del taller de ajuste, en el que tanto nos costó hacer unas colas de milano "sin panza "dignas de un aprobado. ¿Qué quiere decir esto? Quiere decir algo muy positivo y que nos llena de legítimo orgullo: los Ingenieros del ICAI de hoy, como los de hace 50 años están, o estamos, en el nivel tecnológico que corresponde a cada tiempo.
Pero, siendo verdad lo anterior, no es ni lo más importante, ni la seña de identidad que nos ha caracterizado, a lo largo de los cien años de existencia de nuestra Escuela. El "espíritu del ICAI" es algo más, es algo difícil de definir: es una mezcla de profesionalidad, de sentido del deber, de asunción de la responsabilidad ante los demás, de sincero compañerismo intergeneracional, en definitiva es dar a la "C" de nuestro título del ICAI el valor que tiene de ser humano, de ser cristiano, de estar convencidos de que nuestro trabajo tiene una proyección trascendente. Y este espíritu, esta particular seña de identidad es algo que agradecemos a nuestra escuela y a su profesorado, a nuestra Asociación, a los que dirigían el ICAI hace cincuenta años y a los que hoy siguen llevando esta responsabilidad. Dice nuestro refranero que "es de bien nacidos ser agradecidos", y, nosotros, los del 62, llevamos siempre en la memoria y en el corazón, el recuerdo agradecido y emocionado de aquellos docentes que no solo fueron profesores de una asignatura, sino maestros de una manera de ser, de una manera de entender y ejercer, vocacionalmente, la profesión, de una forma cristiana de servir a la sociedad y a los hombres. En lo que hayamos podido hacer bien en estos cincuenta años de profesión, debe reconocerse el mérito de nuestros maestros, en lo que hayamos hecho mal aparece nuestra incapacidad de seguir su ejemplo.
No voy a mencionar una lista de nombres, porque, por larga que fuera, siempre faltaría alguien de modo involuntario e injusto. Permitidme que concentre todos los recuerdos y agradecimientos en algunas figuras inolvidables: el P. Félix Sánchez-Blanco, siempre entregado, contagiando entusiasmo, inasequible a la fatiga, buscador de la perfección y la verdad desde la modestia, cuya vida ha sido, hasta el último día, un ejemplo a imitar; Alberto García Crespo, el "cerchas", con su mecánica, sus estructuras y las torres que sirven de apoyo a la red que atraviesa la bahía de Cádiz; el P. Goicoechea, siempre sonriendo y dispuesto a atendernos en cualquier momento, etc., etc., etc.
Hoy, en el día que celebramos las Bodas de Oro, estamos aquí una mayoría acompañados de nuestras mujeres sin cuya colaboración, apoyo e ilusión no seríamos lo que somos; algunos no han podido estar por serias razones y otros y otras, seguro que nos están viendo y disfrutando de estas celebraciones con otra perspectiva pues han pasado ya a la casa del Padre:
Juanito Cervera,
Alfredo Goyeneche,
José Antonio Alonso,
José Mari Cotelo,
y las esposas, hoy verdaderamente "santas", de Daniel Bescansa y Jorge R. Pomatta.
Mencionar por último lo que decía S. Ignacio: "No el mucho saber harta y satisface al hombre, sino el gustar y sentir de las cosas internamente". Y esta es nuestra hora de disfrutar, de crecer en el decrecer, de convertir experiencia en sabiduría y aplicarla en aquellos a los que más queremos, en aquellos que más lo necesitan; en nuestra familia, mujer, hijos, nietos; con nuestros amigos, con nuestros compañeros y en aquellos que por desgracia más están sufriendo esta gran crisis que nos ha tocado vivir.
Quizás esa sea ahora nuestra tarea, alegrarnos con la alegría de otros aportando toda nuestra sabiduría, concretándola en el presente en actitudes, olvidándonos del pasado. El pasado fue y ya no volverá, el futuro pongámoslo en manos del que todo lo puede; lo nuestro es el presente.
Queridos compañeros, tenía antes la idea de que en este acto, un señor mayor, en nombre de la promoción de las Bodas de Oro, debía pronunciar unas palabras con nostalgia del pasado. Craso error, me he dado cuenta que estaba equivocado. La realidad es que somos jóvenes, tenemos mucha juventud acumulada y mantenemos una ilusión que hemos constatado bien en el pasado viaje a La Rioja. Estamos jubilados y esa es nuestra alegría. ¡Disfrutémosla!".